martes, 29 de diciembre de 2009

Sodomigomorrización a tuti plen... hoy es lo que está de moda. Materialismo al abismo.





Los dos hechos que siguen me han sido contados por sus protagonistas.

En un país de América Latina, una médico, ginecóloga, premiada como la mejor médico del país por el gobierno de la nación, ha dedicado parte de su vida profesional a impartir un programa de educación afectiva y sexual a adolescentes y jóvenes. Es un programa con una duración de seis meses, y un trabajo semanal a lo largo de ese periodo. El programa consiste en dar a conocer con detalle suficiente a los jóvenes (ellos y ellas) el funcionamiento del cuerpo humano en relación con la sexualidad y con el afecto. Con detenimiento y con cariño, se les acompaña a las muchachas a conocer sus ciclos reproductivos, y a todos a descubrir la belleza de la sexualidad y su funcionamiento, a reconocer el misterio que somos y lo bien que Dios nos ha hecho. Es un programa magnífico, creado por una médico norteamericana (una religiosa), que ha trabajado muchos años como ginecóloga en Pakistán y Bangladesh.

Nuestra médico de América Latina estaba impartiendo su programa en un colegio de la capital de su nación al que asistían las hijas del ministro de Educación. Un día, en el entreacto de un teatro, coincidieron el ministro y la médico. Fue el ministro quien vio a la médico, y se acercó a ella para felicitarla: "¡Doctora, qué alegría verla! ¡No se puede hacer idea de lo contentas que están mis hijas! ¡Vienen a casa y no paran de hablar de lo bonito que es su programa y del bien que les hace! Enhorabuena". El ministro siguió así por un rato, hasta que  la médico le dijo: "¡También a mí me alegra, señor ministro, que sus hijas estén tan contentas, y que usted haya tenido la ocasión de ver el valor que tiene un programa planteado así. ¿Qué le parece si desde el Ministerio se permitiese que en los colegios públicos donde los padres lo pidieran (las hijas del ministro estudiaban, como es natural, en uno privado), pudiéramos también dar el mismo programa?" "¡Ah! ¡Eso no, doctora! ¡Eso no puede ser! A unos pocos se les puede educar, pero al pueblo hay que darle preservativos".

Vamos con la segunda: En este caso era una médico norteamericana, que trabajaba en Ghana, en un centro de atención primaria. Había estado en la Conferencia de El Cairo sobre Población y Desarrollo de 1994, y de retorno a América, antes de volver a su tarea, pasó por España. Coincidimos en un acto, nos presentaron y estuvimos hablado un buen rato. En el centro donde ella trabajaba, una zona sumamente deprimida, morían todos los días deshidratados a causa de una simple colitis, por falta de suero fisiológico, y por la ignorancia de las madres. Sin embargo el centro estaba literalmente lleno ( o mejor dicho, invadido) de cajas y cajas de preservativos que ciertas compañías americanas y europeos enviaban gratis, hasta no saberse que hacer con ellos, ya que ocupaban un espacio en el centro que no tenían, y que necesitaban para cosas más urgentes y graves.

¿Qué vision del ser humano y de la vida, y de las distintas clases de seres humanos, y de vidas humanas, se esconde detrás de estas historias? ¿Qué poderes e industrias se benefician de la despoblación y el saqueo de las grandes riquezas africanas? Sin duda, los mismos que degradan sin cesar y sin límite nuestra propia humanidad y la dignidad de nuestro pensamiento cuando deciden promover entre nosotros la banalización absoluta del uso del cuerpo humano y del sexo.

Lo que se silencia es el dato (bien constatado) de que el uso masivo de los preservativos no ha detenido el sida en África, si no que lo ha propagado realmente. Y se silencia el número de suicidios que se producen entre las mujeres que han abortado. Y se silencia la amargura inifinita y el dolor en que viven la inmensa mayoría de la que se han creído que "eso" era un derecho, y no saben que sería mejor que fuese un pecado, por que los pecados hay quien los perdona, y quien nos ama y nos abraza y nos cura. Y se silencia que en Andalucía, la primera causa de muerte entre los jóvenes no es los accidentes de tráfico si no el suicidio. Y como se silencia, nadie se pregunta por qué. Y estamos lanzados hacia el progreso. Desde luego a tanta velocidad, que ya no podemos saber hacia dónde vamos, si hacia el progreso o hacia el abismo.

en revista Buenas Nuevas